Rodrigo Duarte, trabajador nodocente de la Secretaría de Comunicación Institucional, participó del Programa de Movilidad para Gestores (ProMIG) de la Secretaría de Internacionalización. En el siguiente artículo publicado en El Diario, describe las distintas acciones llevadas a cabo por un proyecto de investigación-acción-participación de la Universidad del Sinú (Seccional Cartagena)
Cartagena de Indias se declaró independiente en 1811 y fue heroica desde agosto de 1815. Sus habitantes por entonces soportaron 105 días de hambre a raíz del cerco que ordenó Fernando VII a Pablo Morillo para reconquistarla. La resistencia duró hasta diciembre cuando los cañonazos, la falta de víveres y agua se impuso habiendo provocado la muerte de casi la totalidad de la población que eligió no entregarse a los conquistadores. Años más tarde, en 1819, la campaña libertadora alcanzó la independencia comandada por Simón Bolívar. Batallas, corsarios, piratas, cólera, invasiones, inquisición, desigualdad, pobreza. Dentro de los ocho kilómetros que quedan de muralla se escuchan relatos que acompañan los paseos por sus calles angostas.
El calor se deja disfrutar con el colorido que se impuso a la arquitectura colonial. Pegado al centro histórico, Getsemaní. Cuna de luchas. Un barrio mural (decenas de artistas decoran sus muros en impresionantes murales pintados con aerosol). La barriada se llena hostels (miles de turistas internacionales se alojan en sus hostales para vivir la experiencia de recorrer sus calles adornadas con guirnaldas, lucecitas y paraguas) entremezclados con las casonas de sus antiguos habitantes que exhiben un origen más popular.
A pocas cuadras, el Castillo San Felipe. Una fortificación construida por la colonia española en 1657. Declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1984. Está ubicado a 40 metros de altura, lo que permitía atacar desde lo alto el avance de los enemigos. Por años, la defensa de la ciudad fue prioritaria. Hoy lo es el turismo. Sus calles están pobladas de extranjeros hasta pasando Bocagrande (la Miami con acento francés). Disfrutan de sus playas o visitan algunas cercanas, como Baru, saliendo desde el muelle.
En medio de un tránsito por momentos caótico que se construye a bocinazos, en Cartagena conviven diversos sistemas de transporte. Las busetas que recogen pasajeros hasta rebalsarse, TranCaribe (modernos colectivos que cuentan con un sistema de transferencia de pasajeros), taxis tradicionales, In Driver (una especie de Uber), colectivo (taxis sociales que juntan pasajeros y dividen el costo) y mototaxis (unas 70 mil motos de 125 cilindradas que conquistaron distintos sectores de la ciudad y se convirtieron en el medio de transporte más rápido y económico, aunque ilegal).
Desde el mercado Bazurto hacia afuera es otra Cartagena. Menos turística, muestra a los cartageneros haciendo la diaria. También se evidencia aún más la desigualdad, las migraciones internas y los nuevos migrantes. En un país en el que el conflicto, la desigualdad y la corrupción son monedas corrientes, América Latina se expone y camina. Uno de esos casos es el de Villa Corelca, una barriada en la que se respira lucha.
Vivir en medio de las torres
Durante mi estadía en la Universidad del Sinú seccional Cartagena recibí de parte de Jorge Reyna la invitación del profesor de la Universidad Enrique Ochoa, en compañía del líder comunal Carlos Prieto, para conocer Villa Corelca, barrio donde desarrollan su proyecto de investigación-acción-participación con el objetivo de montar una empresa “productora de traperos” que al ser puesta en proceso productivo mejore las condiciones socioeconómicas de vecinos y vecinas del sector. Al mismo tiempo, el equipo de investigación colabora para promover políticas públicas tendientes a facilitar el acceso a derechos fundamentales y a legitimar la lucha de las y los habitantes que lleva más de 30 años.
Tomamos un taxicolectivo que nos dejó en un hogar para mayores adultos que funciona en el barrio San Fernando, sector César Flores, donde está ubicado el centro de día “abuelos dejando huellas”. Pudimos hablar con las personas que allí esperaban su almuerzo y compartir experiencias. De allí caminamos unas cuadras y tomamos otro taxi que nos depositó en el corazón del sector. El ingreso no es sencillo. Las calles angostas y las trepadas hacen complejo el acceso. Según nos dicen, los habitantes son escépticos con relación a las posibilidades de conseguir que el Estado resuelva situaciones que llevan décadas en materia de seguridad, ambiente y demandas sociales y habitacionales.
Las torres de alta tensión que irrumpen en el medio de las calles son lo más sorprendente del paisaje, por su peligrosidad y por su tamaño. En el trayecto conocemos la historia. Para saber por qué esta población se instaló en ese sector hay que remontarse a la década del ’80 cuando diferentes comunidades de Colombia se vieron obligadas a abandonar sus tierras ante la presión de “grupos al margen de la ley” y a desplazarse dentro del territorio colombiano. Decenas de familias llegaron a la ciudad de Cartagena y se establecieron en la zona. Así comenzó a poblarse Villa Corelca, con una comunidad desplazada por la violencia de sus territorios que ante la indiferencia del Estado decide tomar terrenos baldíos aledaños a lo que era la empresa Corelca.
Desde los comienzos, sus habitantes sienten vulnerados sus derechos. En primer lugar, por la empresa dedicada a la producción y distribución de energía en las zonas industriales de Cartagena. Pero también por Tenaris-Tubo caribe, organización que produce tubos y varillas en hierro. En ambos casos advierten sobre las malas prácticas ambientales, la negación del acceso al empleo para los habitantes de la zona, y la poca información que ofrecen para evaluar sus mecanismos de responsabilidad social frente a las comunidades aledañas.
El proyecto de investigación-acción-participación el cual lidera Ochoa es preciso acerca de los diagnósticos. Allí establece que “la omisión gubernamental, e incluso la carencia de objetividad y de planeación por parte del Estado, sobre todo en preferir a los sectores poderoso de la economía, para la protección de sus intereses, que el apoyo que se le pueda brindar a los sectores vulnerables, en razón de la poca capacidad de defensa, proveniente precisamente de la carencia de poder”.
Ante ello proponen la creación de una empresa como oportunidad para que esta población vulnerable pueda mejorar sus condiciones de vida y “encontrar una respuesta ante la pobreza, la desigualdad, el desempleo y la exclusión”.
*Texto Publicado en El Diario (14/06/2020)